La atención plena puede estar en cada detalle, en cada cosa que hagamos y experimentemos. La cuestión es que decidamos estar atentos y conscientes y buscar el sosiego. Veamos cómo usar la atención plena en la vida cotidiana.
¿Estás en lo que estás?
Cuando te levantas por la mañana ¿te estás levantando o ya estás mentalmente en la ducha, el desayuno o incluso el trabajo? Cuando desayunas ¿prestas atención a la comida que ingieres o estás pendiente de las noticias en la TV o el periódico o dando vueltas a todo lo que tienes que hacer hoy o a alguna preocupación? Mientras conduces ¿estás atento al tráfico y al acto de llevar el coche o vas toqueteando la radio o el móvil? Cuando conversas con alguien ¿prestas atención a lo que te dice o estás impaciente por compartir tu opinión?
Podría seguir enumerando cantidad de ejemplos. Como ves hay muchas oportunidades a lo largo del día para estar más presente y consciente. Pero a menudo, de forma más o menos consciente, estamos dando vueltas a preocupaciones y quehaceres que no tienen que ver con lo que estemos haciendo en ese mismo momento.
A veces sí estamos presentes sin esfuerzo
Aunque resulta que no siempre nos cuesta estar presentes. Concentrarse en la preparación de un informe o presentación, sin dejarse distraer, y sentirse productivo. Enfrascarse en la lectura de un libro. Estar embelesado con lo que nos cuenta alguien o con una charla en una conferencia.
¿Acaso sabemos aplicar la atención plena cuando nos gusta algo? Entonces puede ser cuestión de darle más importancia a cosas cotidianas que hacemos de forma casi automática. De ponerle más ganas a lo que veamos como un trámite o una obligación. De quitarnos la resistencia a las cosas que nos disgustan pero debamos hacer.
La atención plena es aceptación
La atención plena consiste no sólo en tomar consciencia del momento presente sino de aceptar lo que esté ocurriendo, lo que estemos pensando, sintiendo y experimentando. No significa no actuar si podemos mejorar nuestra situación; pero sí hacerlo desde la presencia y la aceptación en lugar de hacerlo desde la resistencia, el miedo o la carga del pasado.
Eckhart Tolle propone en su libro “El Poder del Ahora” que esa resistencia la crea nuestro ego. Según él, nuestro ego se define por nuestro pasado y por nuestros miedos. Preocupaciones, tensiones, estrés, inquietud y ansiedad están causados porque nuestra mente rumia sobre un posible futuro. Sentimientos de tristeza, resentimiento, pena, amargura y culpa son reflejo de no haber perdonado y aceptado nuestro pasado. Por tanto, el ego se alimenta de lo Eckhart Tolle llama “tiempo psicológico” creado por recuerdos del pasado y proyecciones del futuro. El ego se define por los recuerdos, por lo que fuimos, por lo que hicimos, por lo que queremos ser o tememos que nos pueda pasar en el futuro.
Sin embargo, sólo existimos aquí y ahora. Vivimos en el momento presente y es ahora cuando podemos actuar. Si nuestra mente se distrae en pensamientos sobre lo que fue o lo que podría ser, perdemos la oportunidad de darnos cuenta de que estamos vivos y completos ahora mismo. No es fácil aceptar este punto porque nuestra mente dirá “sí, pero…”. Pero justo este “sí, pero” se debe a que nuestro ego hace juicios de valor de nuestra situación de vida. Nos empuja a exigirnos que deberíamos estar diferentes, que deberíamos aspirar a otra cosa, y se resiste a lo que es.
Actúa desde la presencia y aceptación
No se trata de resignarnos a una situación de vida que consideramos mejorable pero sí de aceptar que sólo podemos vivir nuestra vida ahora mismo, ni en el futuro ni el pasado; que sólo podemos mejorar nuestra situación si lo hacemos desde la aceptación en vez del miedo. Si actuamos desde las inseguridades de nuestro ego repetiremos los mismos patrones aprendidos en el pasado, nos hayan funcionado o no.
Pero si actuamos desde la presencia, estaremos más conscientes de la situación en la que nos encontraremos ahora mismo y las oportunidades y alternativas de actuación que tenemos. Haz planes para mejorar tu situación de vida. Pero luego vuelve al presente y piensa qué es lo que puedes hacer en este preciso instante al respecto. No mañana, no en la próxima hora.
Tal vez sea simplemente cuestión de aceptar estás vivo. Aceptar que, sea cual sea tu situación de vida, es como es. Agradecer todo lo que eres y tienes. Quizá aceptar que te sientes triste por algo que ha pasado pero que forma parte de ciclo de la vida. Recuerda que es el ego el que etiqueta las cosas como buenas o malas. La resistencia a aceptar lo que es, es lo que nos causa pena o preocupación.
Cómo practicar la atención plena la vida cotidiana
Para tomar más consciencia de cosas que tomas por sentado o haces de forma casi automática, te propongo las siguientes actividades y comportamientos:
Por la mañana
- Lávate los dientes prestando atención a los movimientos del cepillo y la sensación del cepillo y la pasta de dientes en tu boca, tus dientes y encías. Un buen truco para concentrarte mejor es lavarte los dientes con la mano no habitual. Es decir, usa la izquierda si eres diestro o la derecha si eres zurdo.
- Cuando te duches, céntrate en tu cuerpo, en tus movimientos al lavarte, en la sensación del agua recorriendo tu cuerpo.
- Camino del trabajo, parado en un semáforo, presta atención a todo lo que te rodea: cielo, sol, nubes, viento, árboles, edificios, coches, otras personas etc. También toma consciencia de tu cuerpo: la sensación de tus manos en el volante, tu trasero en asiento, tus pies en el suelo.
- Cuando camines a la oficina, además de lo que te rodea, presta también atención al movimiento de tu cuerpo y a la sensación de tus pies tocando el suelo.
Durante el día
- Cuando te sientas molesto por algo o alguien (alguien que se cuela, un conductor que te pita, un grupo ruidoso en el autobús, el ruido de una obra) toma consciencia de tus pensamientos negativos. Piensa si puedes hacer algo para cambiar la situación o es cuestión de actitud. Acepta la situación.
- En el desayuno, la comida o la cena presta atención al olor, aspecto, textura y sabor de la comida.
- Cuando hables con alguien intenta estar presente y atento a lo que te dice tanto verbal como no verbalmente. Toma consciencia cuando te pierdas en tus pensamientos y estás preparando tu réplica en vez de escuchar atentamente.
- Si te rondan por la cabeza preocupaciones o cosas que tengas que hacer, anótalas para despejar tu cabeza. Luego céntrate en una cosa que quieras hacer. Concéntrate en esa tarea y deja de lado pensamientos sobre otras cosas que deberías o te gustaría hacer.
- Toma consciencia de pensamientos repetitivos que tienes. Si son tareas o recados, apúntalos. Si son preocupaciones, piensa cómo podrías resolverlas. ¿Puedes hacer algo al respecto o te estás resistiendo a lo que es y aceptar la situación tal como es?
- Si necesitas pensar sobre algo, tómate específica y conscientemente tiempo para ello.
- La próxima vez que vayas a pasear, presta atención a tu entorno y a la naturaleza.
Aprende de los pequeños
- Fíjate en un bebé o un niño pequeño y cómo viven en el presente. Cuando tienen hambre quieren comer. Cuando juegan, se sumergen en el juego. No dan vueltas a qué deberían comer luego o a qué hora deberían acostarse. Cuando se cae jugando, le dolerá y tal vez llore. Pero si dejamos que vuelva al juego, se le olvidará al instante. Según se hacen mayores los niños les educamos a preocuparse por futuro o resistirse a aceptar el pasado. Pero no nacen con esa mentalidad.
¿Quieres conocer ejercicios específicos de atención plena? Aquí encuentras ejercicios de mindfulness y aquí más ejercicios de atención plena.
Conclusión
Como puedes ver hay muchas oportunidades para dejar de vivir en piloto automático. Hay muchas opciones para prestar más atención al aquí y ahora. Recuerda que el agobio se debe a proyecciones futuras y exigencias que nos imponemos. Por otro lado, la sensación de pena o culpa es causada por no haber perdonado y aceptado cosas del pasado.
Pero puedes liberarte de esta carga si te das cuenta que la vida es este instante. Y puedes decidir cómo quieres experimentarlo.
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