Cómo afectan tus expectativas a tu bienestar

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Las expectativas pueden causar estrés, frustración e insatisfacción. Averigua cómo afectan a tu bienestar y si deberías revisar las tuyas.

Nuestras expectativas tienen una gran influencia sobre lo satisfechos o insatisfechos que nos sentimos. También sobre la medida en que nos estresamos. Veamos a qué se debe y qué hacer al respecto.

Los factores de las expectativas

Todos tenemos ciertas expectativas sobre lo que queremos en ciertos aspectos de nuestra vida o sobre cómo queremos que otros se relacionen con nosotros. Nuestra educación, valores y personalidad dan forma a lo que queremos y cómo lo expresamos. Pero nuestras experiencias y nuestro entorno también tienen una gran influencia. Sin embargo, nuestros juicios de las situaciones a veces pueden estar equivocados. Veamos en qué sentido.

La intuición nos la juega

La intuición es la capacidad de hacer uso de todos nuestros conocimientos de forma subconsciente. Nuestro cerebro busca patrones cuando nos enfrentamos a cierta situación y propone soluciones en base a nuestros conocimientos y experiencias. Así­ es cómo valoramos en pocos segundos si alguien nos cae bien o mal. De este modo decidimos en cuestión de segundos si una situación es favorable o amenazante.

La mala noticia es que nuestra intuición no es infalible. A pesar de todo el conocimiento y experiencias a menudo se equivoca.

Imagen de Wilfried Pohnke en Pixabay

 

Ilusiones y enigmas

Piensa en las ilusiones ópticas por ejemplo. Aunque ya las conozcamos nuestra vista nos seguirá engañando. Lo mismo nos pasa con los trucos de magia. Nuestra visión e intuición interpretan una cosa por más que nuestra mente lógica sepa que se trata de una ilusión.

Otro ejemplo es este enigma: Un bate y una pelota de béisbol cuestan 1,10 dólares y el bate cuesta un dólar más que la pelota. ¿Cuánto cuesta la pelota?

¿Qué te ha dicho tu intuición? ¿Qué la pelota vale 0,10 dólares? Pues te sugiero que lo resuelvas como un problema matemático. A ver qué resultado te sale. Al final del post también te dejo la resolución.

No pensamos en términos absolutos

Otro aspecto que influye en nuestras expectativas es que nuestra mente juzga en relación a puntos de referencia. Compara las situaciones con estándares y referencias a menudo irrelevantes. ¿Cuál de los puntos grises es más grande?

De nuevo nuestra visión nos la juega porque, si los medimos, los puntos del centro tienen el mismo tamaño.

Pensando en otros ejemplos, en competiciones el ganador de la medalla de bronce suele estar más contento que el ganador de la medalla de plata. Mientras este último piensa que no ha conseguido ganar, el ganador de bronce está contento de haber alcanzado el podio.

En este sentido Van Praat and Frijters llevaron a cabo un estudio en 1999 en el que preguntaron a los participantes qué salario creí­­an necesitar. Detectaron que según aumentan nuestras ganancias, nuestras expectativas sobre lo que necesitamos ganar crecen en mayor medida.

En otros estudios también demostraron que nos importa más nuestra situación en comparación con otros que nuestra situación real. Los participantes en un estudio afirmaron que les hací­­a menos feliz si sus compañeros ganaban más que ellos. Otro estudio de Solnick y Hemenway en 1998 también muestra esa tendencia. Preguntaron a estudiantes de Harvard qué salario preferirí­an:

  1. Ganar 50.000 y que los demás ganen 25.000.
  2. Ganar 100.000 y que los demás ganen 250.000.

Aunque el segundo planteamiento mejora mucho más las finanzas personales, el 56% prefirió la primera situación.

Comparamos con referencias poco razonables

También tendemos a utilizar puntos de referencia poco razonables para valorar lo bien que estamos. Según un estudio de Guinn y Schrumm de 1997 cuanto más veí­­a la gente la televisión, más alto estimaban la riqueza de otros pero más bajo la suya propia. Además, el consumo de televisión también aumenta por lo visto el gasto del hogar en un afán por estar a la altura de los demás.

Según otro estudio de Kenrick en 1993 las mujeres encuestadas valoraban mejor su cuerpo antes de ver unas fotos de modelos y bajaban su puntuación después.

Nos acostumbramos a las cosas

Otro factor a tener en cuenta es que nos acostumbramos a lo positivo y lo negativo. Con el tiempo el efecto emocional de los estí­­mulos se atenúa. Cuando empiezas por ejemplo en un nuevo trabajo, primero será emocionante. Pero con el tiempo te acostumbras y se convierte en normal. Cuando pensamos en lo bien o mal que estamos se nos suele olvidar comparar con nuestra situación anterior a ese trabajo que nos gustaba tanto cuando lo empezamos.

Lo mismo pasa con un aumento salarial. A esto le debemos sumar lo mencionado anteriormente: cuanto más ganas más crees necesitar para vivir.

Imagen de Tumisu en Pixabay

 

Juzgamos mal el impacto de las cosas

Por último tendemos a juzgar mal el impacto emocional de eventos futuros. Sobreestimamos lo feliz que nos hacen ciertas cosas como conseguir buenas notas en el colegio, conseguir un aumento salarial, comprarnos una casa o un nuevo coche etc.

Pensando en situaciones negativas, nuestro prejuicio sobre el impacto es aún peor. Es decir que nuestra preocupación y predicción sobre lo mal que lo pasaremos es peor que la realidad de cómo nos sentimos luego. En este sentido se hizo un estudio sobre cómo se sentirí­­a la gente después de una ruptura de relación. Predijeron un dolor y angustia mayores y durante más tiempo de lo que luego experimentaron.

¿Pero por qué nos cuesta juzgar y predecir? Por un lado nos solemos centrar en un evento sin considerar todo lo demás que pasará en nuestra vida. Mientras sufres por esa ruptura puede que te ocurran otras cosas: un éxito profesional, una fiesta divertida con amigos, una buena noticia en la familia etc. Por otro lado obviamos el punto anterior: nos acostumbramos a lo bueno y a lo malo. Y además solemos emplear, de forma más o menos consciente mecanismos para hacernos sentir mejor. Racionalizar la situación, hacer actividades que nos hacen sentir mejor o compartir nuestros sentimientos con buenos amigos por ejemplo.

 

¿Cómo afectan tus expectativas a tu bienestar?

Sugiero que reflexiones si tus expectativas te ayudan a crecer como persona y alcanzar objetivos. O por lo contrario restan a tu bienestar por causarte estrés, frustración e insatisfacción. Si lo último es el caso, deberí­­as revisar tus expectativas.

¿De dónde salen tus expectativas?

Cuando te sientas insatisfecho conviene preguntarte por el origen de tus expectativas. ¿Son razonables? ¿Concuerdan con tus valores, situación de vida, conocimientos y experiencias? ¿Tienes en cuenta que cada persona es diferente? ¿Estás considerando referencias relevantes?

¿Con qué o quién comparas tu situación? ¿Estás insatisfecho porque ya te has acostumbrado a lo bueno?

Nuestras expectativas y deseos no se deberí­­an basar en lo que tienen o hacen otros. Deberí­­an fundarse en lo que realmente es bueno para nuestro bienestar y felicidad.

¿Tus expectativas afectan a tu bienestar?

¿Qué efecto tienen tus expectativas sobre tu bienestar? ¿Le restan o le suman? ¿Cuáles de los factores mencionados crees que te influyen más?

Solución del enigma

Lo prometido es deuda así­­ que analicemos el enigma de antes. Considerándolo como un problema matemático podemos afirmar que:

bate + pelota = 1,10 y
bate = pelota + 1

Por tanto, podemos sustituir bate de esta forma:
(pelota + 1) + pelota = 1,10

Y resolvemos la ecuación:
2 * pelota + 1 = 1,10
2 * pelota = 0,10
pelota = 0,05

 

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Imagen de Tumisu en Pixabay

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