A lo largo de la vida nos encontramos una y otra vez con momentos de incertidumbre. Según el tipo de incertidumbre nos puede emocionar o asustar. Veamos más en detalle qué es la incertidumbre y por qué nos preocupa unas veces y otras no. Y veamos qué podemos hacer cuando nos da miedo o ansiedad.
Qué es la incertidumbre
Se puede definir como una situación de la que tenemos un conocimiento limitado. Tenemos cierta falta de certeza de lo que nos espera en el futuro. Por tanto nos cuesta predecir el resultado y las consecuencias.
A diferencia de los animales, los humanos podemos hacer proyecciones de futuro. Pero eso no quiere decir que sepamos exactamente lo que el futuro nos depara. Pero sí nos permite prepararnos para las eventualidades.
Por qué tememos la incertidumbre
La sensación de seguridad es una de las necesidades básicas del ser humano. Nos gusta sentirnos a salvo y que controlamos nuestra vida. Por eso la incertidumbre nos puede estresar y hacer sentir impotentes.
Ante situaciones que consideramos preocupantes o amenazantes, el estrés es la reacción de nuestro cuerpo para ponernos en alerta. Podemos experimentar miedo si sentimos que nuestra integridad y seguridad están de algún modo en riesgo. Pero también podemos sufrir de ansiedad. La ansiedad surge cuando nos imaginamos esas situaciones y nos obsesionamos con ellas.
Pero no siempre así
Sin embargo, no todas las situaciones de incertidumbre nos preocupan. Una fiesta sorpresa no nos emocionaría igual si ya estuviéramos avisados. No solemos querer saber el regalo que recibiremos por nuestro cumpleaños, el final de una película o de un libro. La sorpresa de encontrarte por casualidad con alguien a quién no veías en un tiempo también suele ser una sorpresa positiva.
Son incógnitas que no nos dan miedo. Por lo contrario, nos suelen emocionar, sorprender positivamente y gustar. Incluso se ha demostrado en estudios que cierta incertidumbre puede ser motivadora. En la Universidad de Chicago comprobaron que las personas se emocionaron más y trabajaron más duro cuando desconocían la recompensa que les esperaba.
Cómo no lidiar con la incertidumbre
No saber lo que pasará, qué haremos o qué harán otros. No saber lo que otros piensan o sienten. Todo ello puede ser una fuente de preocupación y ansiedad. A diferencia de los animales, los humanos nos podemos preocupar por el futuro. Pero también podemos decidir ignorarlo.
Preocupación excesiva
Preocupación significa pensar en posibles amenazas futuras. Significa temer o sentirse inseguro respecto de lo que puede ocurrir. Eso nos puede llevar a dar vueltas a todos los posibles escenarios de futuro, cada cual más preocupante o amenazante. Tal vez no paramos de pensar que perderemos nuestro trabajo. O nos preocupa que nuestra pareja nos esté siendo infiel. O tememos una presentación en el trabajo pensando que haremos el ridículo. Puede que también nos comparemos con otros pensando que ellos están mucho mejor. Tal vez busquemos reafirmación constante con otros.
Evitación
Otra estrategia es evitar por completo pensar en situaciones inciertas o no querer enfrentarnos a ellas. Quizás evitas ir a eventos con personas que no conoces por miedo a lo que pensarán de ti.
Tal vez te propongan una promoción en el trabajo. Pero por miedo a la incertidumbre la rechazas. Crees que estás más seguro en tu puesto actual que ya conoces. O puede que evites tomar decisiones y si no hay más remedio que tomar una, preguntas a otro su opinión. Así crees que te descargas del peso de la responsabilidad.
Cómo sí lidiar con la incertidumbre
Como hemos visto, no manejar adecuadamente la incertidumbre causa estrés, preocupación, miedo e incluso ansiedad. ¿Cómo podemos entonces enfrentarnos mejor a situaciones inciertas?
La vida es cambio
Primero de todo conviene aceptar que lo único cierto en la vida es que cambia. Nosotros crecemos y evolucionamos. Del mismo modo lo hace todo a nuestro alrededor. Si queremos que no nos paralice el miedo o nos coma la ansiedad debido a la incertidumbre, deberíamos esperar lo inesperado. Deberíamos estar preparados para la sorpresa.
No puedes controlarlo todo
La sensación de seguridad y control que anhelamos es una ilusión. La vida está llena de imprevistos e incógnitas.
Por eso más vale aprender a aceptar que no puedes controlarlo todo. Es imposible conocer y prever todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Ni siquiera es posible conocer todo el alcance de nuestros actos. Porque no podemos controlar cómo pueden reaccionar otros al respecto.
Controla lo que puedes
En vez de estancarte en la preocupación, toma acción. Primero está en tu poder controlar tu actitud. También puedes gestionar tus emociones.
Luego, dependiendo de tu situación y lo que te preocupa, puedes planificar para prepararte para imprevistos. Un ejemplo podría ser ahorrar dinero para tiempos de vacas flacas. También puedes tomar otros pasos de acción.
Si te preocupa tu situación laboral, puedes reciclarte y formarte. Si has perdido tu trabajo tienes control sobre la cantidad de energía que inviertes en encontrar otro. Puedes buscar oportunidades laborales, enviar tu CV, hacer networking.
Si te preocupa tu salud, puedes cuidar tu cuerpo con una buena higiene, alimentación y actividad física. Así que considera qué puedes controlar realmente, y cómo puedes actuar.
Revisa tu necesidad de certidumbre
Además, sugiero que reflexiones sobre las situaciones de incertidumbre que te estresan. ¿Cuáles suelen ser tus estrategias para intentar controlarlas? Antes de tomar una decisión ¿preguntas una y otra vez a los de tu alrededor si es la correcta? ¿O pasas mucho tiempo reuniendo información para ganar certidumbre sobre tu decisión?
Tal vez tiendas a la procrastinación. Postergas las decisiones. Pospones actuar o evitas ciertas situaciones.
Otra señal puede ser la necesidad de microgestión. En un afán por controlarlo todo, no delegas nada. Ocuparte hasta de los más mínimos detalles es tu forma de sentir control.
Por último puede que tiendas a comprobar todo demasiadas veces. Revisas tu trabajo o tus correos una y otra vez. Tal vez persigas a tus seres queridos con llamadas o mensajes para comprobar que están bien.
Abraza la incertidumbre
Reflexiona sobre qué te aportan los anteriores comportamientos. ¿Realmente te hacen sentir más a salvo o te estresan y angustian? ¿Crees que incertidumbre es igual a amenaza o desastre? Solo porque algo sea incierto no tiene que ser malo. Intenta recordar todas las sorpresas positivas que te ha traído la vida.
También piensa en hábitos que disparan la ansiedad o el miedo en ti. ¿Tiendes a darle demasiadas vueltas a las cosas? ¿Sueles tener una visión pesimista del futuro? ¿Consumes demasiada información por televisión o internet que te hace ver el mundo como un lugar inseguro o incluso peligroso?
Recuerda que la vida es cambio y no podemos predecir todo lo que ocurrirá. Por eso es mejor aprender a convivir con la incertidumbre. Eso no quiere decir que ignores tus emociones. Date permiso para sentir la inseguridad y el miedo y luego suéltalos.
Presta atención a tu cuerpo y al presente
Presta atención a las señales de tu cuerpo. El estrés, la angustia y la ansiedad se suelen notar en que se nos encoge el estómago, en dolores de cabeza, tensiones musculares o la falta de aire. Cuando notes esas sensaciones detente un momento e inhala y exhala pausadamente durante un rato.
La preocupación y ansiedad se suelen deber a tener la mente en el futuro. Nos imaginamos todo lo malo que podría ocurrir. Probablemente exageremos los problemas que tenemos y las consecuencias sobre nuestra vida. Pero si centras tu atención en el momento presente notarás que te calmarás. Intenta tomar consciencia de lo que te rodea ahora mismo, de tu cuerpo y de tu respiración. Concéntrate en lo que puedes controlar ahora mismo.
Si tiendes a la ansiedad y el estrés conviene que aprendes varias técnicas de relajación y las hagas parte de tu rutina.
Amplía tu zona de confort
Por último, cuanto más pequeño es nuestro mundo más amenazador nos puede parecer lo que está fuera de él. Por eso conviene ampliar nuestra zona de confort. Cuanto más nos enfrentamos a nuestras inseguridades y nuestros miedos, más valientes nos volvemos. Cuanto más probamos nuestros límites, más crecemos. Además, la novedad nos vuelve más creativos.
Reflexiona qué pequeños pasos puedes dar para salir de tu zona de confort. ¿Cómo puedes ampliar tus horizontes? Puede ser asistir a eventos que sueles evitar. Tal vez sea probar un nuevo hobbie. Apuntarte a algún curso sobre un tema que desconoces por completo. O empezar a delegar pequeñas tareas domésticas en tus familiares. En vez de controlar a tus hijos con innumerables llamadas pídeles que te llamen ellos a ciertas horas.
Todo depende de qué tipo de incertidumbre te afecte más y de las estrategias que hayas empleado hasta el momento para lidiar con ella. El objetivo es que aprendas a experimentar la incertidumbre y convivir mejor con ella. No tiene que gustarte. Pero se trata de demostrarte a ti mismo que la puedes tolerar.
¿Qué tal manejas la incertidumbre?
¿Te suele estresar la incertidumbre? ¿Qué situaciones te suelen poner más nervioso o dar más miedo? ¿Cómo sueles lidiar con ellas?
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