Falta de atención plena: 12 excusas y cómo superarlas

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¿Cuáles son tus razones para no practicar mindfulness? Las tí­picas excusas de la falta de atención plena y cómo desarmarlas.

Nerviosismo, dejarse distraer fácilmente, dificultades de concentración, falta de paciencia o de autocompasión son algunas señales de la falta de capacidad de atención plena. Hoy en dí­­a nos vemos atraí­­dos por tantos estí­mulos que nuestra capacidad de foco y de quietud se ve mermada. Sentimos la necesidad de entretenernos y mantenernos ocupados constantemente.

Sin embargo, son las pausas conscientes las que nos hacen más productivos. Son los descansos activos los que alivian nuestro estrés y nos permiten recuperar la energí­­a. Hay muchas razones para incorporar la atención plena a tu vida. Pero los humanos somos maestros en inventarnos excusas para no dedicar suficiente tiempo a lo que nos hace bien. Veamos algunas excusas para la falta de atención plena y cómo puedes superarlas, si es que quieres.

1. Falta de atención plena por falta de tiempo

¿Conoces la expresión ‘la falta de tiempo no existe, es falta de interés’? Cada uno tenemos nuestra carga de responsabilidades. Pero te invito a pensar un momento en tu entorno.

¿Se te ocurre alguien que siempre dice que no tiene tiempo? De lo que sepas ¿realmente tiene tantas cosas que hacer? Luego piensa si conoces otra persona que parece hacer un montón de actividades diferentes y tal vez te preguntes cómo lo consigue. Pues los dos, y tú, disponéis de las mismas 24 horas al dí­­a.

La cuestión es a qué concedemos importancia. ¿Qué es prioritario para nosotros? Por ende, a qué dedicamos nuestro tiempo. Tal vez te cueste reservarte media hora para ti. Pero ¿qué tal con cinco minutos? ¿O un minuto varias veces al dí­­a?

2. Estoy demasiado ocupado para añadir otra cosa

Supongamos que has revisado tus prioridades y a qué dedicas tu dí­­a a dí­a. Aun así­­ se te hace muy cuesta arriba incorporar otra actividad. Sin embargo, la atención plena no solo nos puede beneficiar a través de una práctica formal. Hay muchas maneras de prestar más atención al momento presente.

Sugiero que aproveches actividades cotidianas que ya haces para prestarles tu plena atención. Cuando te duches o te laves los dientes, en vez de pensar en todo lo que te espera aquel dí­­a, concéntrate plenamente en la actividad.

Cuando desayunes, comas o cenes, presta atención plena a la comida. Aprecia su aspecto, olor y textura. Concéntrate en cada bocado. O cuando cocines, realmente concéntrate en los diferentes pasos que das para preparar el plato. La próxima vez que te encuentres en un atasco de tráfico, aprovecha para prestar atención a tu respiración.

Como ves la falta de atención plena se debe más bien a no aprovechar todas las oportunidades que se nos presentan a lo largo del dí­­a.

3. No consigo dejar la mente en blanco

La falta de atención plena no es igual a no saber dejar la mente en blanco. Dejar la mente en blanco es algo que se puede conseguir alguna vez. Pero es un mito que sea un objetivo de la atención plena. Solamente se trata de prestar atención al momento presente.

El objetivo es estar atento a nuestro cuerpo, mente y lo que nos rodea. Pero se trata de hacerlo con aceptación y sin juicio. Cuando te pasan pensamientos por la cabeza, la idea es no engancharte a ellos. Es decir, no rumiar sobre ellos sino dejarlos estar. Acepta que están allí­­ igual que los miles de pensamientos que pasan por tu mente cada dí­­a.

4. No sé cómo hacerlo

Tal vez piensas que tu falta de atención plena se debe a que no sabes cómo hacerlo. Si quieres aprender a meditar, existen muchos cursos y recursos para aprender y practicar. Sin embargo, la atención plena es mucho más que meditación. Es un estilo de vida de estar más presente. Como mencioné antes, puedes practicar la atención plena con muchas actividades cotidianas. También puedes aprovechar los descansos que te tomes a lo largo del dí­­a para practicar ejercicios de respiración de atención plena. Además, en el fondo ya sabes cómo se hace. Cuando algo te interesa y emociona mucho, no te cuesta prestarle tu plena atención ¿verdad?

5. Lo he probado y no funciona

Después de conocer los beneficios, tal vez hayas probado a meditar alguna vez. Pero requiere práctica adquirir el hábito de estar quieto, en silencio un rato, solo contigo mismo.

La atención plena se aprende y se practica una y otra vez como cualquier otra cosa nueva. Tampoco asistirás a una clase de inglés y pretenderás saberlo todo enseguida; ni esperarás conseguir los beneficios del deporte practicando solo una vez al año.

Dedicamos cada dí­­a tiempo a nuestra higiene corporal. Pero nos suele resultar más complicado hacer lo mismo con nuestra higiene mental. Sin embargo, practicar la atención plena se convertirá más rápido en un hábito si te tomas tiempo cada dí­­a, aunque sea unos pocos minutos. 

6. No lo hago bien

Tal vez creas que cuando intentas practicar la atención plena, no lo haces bien. Muchos no estamos acostumbrados a estar quietos un rato sin hacer nada. Incluso con práctica, cada dí­­a la experiencia será diferente.

Conviene recordar las palabras de Jon Kabat-Zinn. Dijo que no hay manera correcta de practicar la atención plena. Es mejor enfrentarse a cada momento con frescura. Presta atención plena al momento. Luego déjalo pasar y sumérgete en el siguiente momento.

Vive y acepta tu propia experiencia. No te preocupes sobre qué se supone que debes sentir o pensar. Por lo contrario, confí­­a en el proceso y en tu experiencia. Acepta posibles sentimientos de inseguridad. También despégate del hábito de necesitar que alguna autoridad valide tu experiencia.

7. Estoy demasiado estresado para la atención plena

Tal vez creas que tu falta de atención plena se deba a estar demasiado estresado. Sin embargo, es precisamente en los momentos de estrés cuando te puede resultar más beneficioso.

El estrés suele deberse a rumiar sobre preocupaciones del pasado o futuro o pensar en todo lo que debemos hacer. Entonces, tomarte un momento para traer tu atención al momento presente es un alivio.

Sin embargo, no pongas expectativas demasiado altas en la práctica. Nuestra mente es una maestra intentando distraernos y encontrar excusas. Cuando te dedicas un momento a ti mismo puedes sentir aburrimiento, inquietud, impaciencia o molestia por ejemplo. Estamos acostumbrados a un mundo con múltiples estí­­mulos y distracciones. Por eso, concentrarnos en una sola cosa durante unos minutos nos puede a veces resultar difí­­cil.

Aun así­­, simplemente tómate unos segundos o minutos para prestar atención a tu respiración. O date un breve paseo y presta atención a tus pasos. También te puedes tomar una bebida o un refrigerio y prestar atención a su aspecto, olor y sabor. Toma consciencia de la sensación en tu boca y cómo recorre tu esófago. 

8. La atención plena requiere mucho tiempo

Puede que tu falta de atención plena se deba a que creas que requiere mucho tiempo. Pero ya hemos visto varios ejemplos de cómo prestar atención plena a lo largo del dí­­a incluso con actividades cotidianas.

Por supuesto que serí­­a ideal dedicar media hora o una hora al dí­­a a solo estar presente. Pero notarás los beneficios, como menos estrés o mayor capacidad de concentración, incluso si solo dedicas unos pocos minutos.

Puedes empezar incorporando breves momentos de atención plena en tu rutina matutina o cuando te tomes un descanso del trabajo. Según vayas notando los beneficios es probable que busques más ratos para experimentar la sensación de calma que produce la atención plena.

9. No tengo dónde meditar

No todos tenemos una habitación o un espacio para nosotros donde estar a solas un rato. Aunque serí­a lo ideal, intenta ser flexible e imaginativo. ¿Puedes acordar con tu familia que te dejen a solas un rato al dí­­a? Si no es en tu casa ¿tienes algún espacio verde cerca al que ir? ¿Te puedes unir a algún grupo que queda para meditar?

Si realmente no encontraras un sitio, recuerda que la atención plena es más que meditar. Hay muchas maneras y muchos tipos de ejercicios de practicar la atención plena.

10. Me cuesta estarme quieto

He mencionado antes que muchos no estamos acostumbrados a estar quietos. Pero como ya vienes viendo a lo largo de este post, no es una excusa para la falta de atención plena.

Puedes elegir ejercicios más activos con los que practicar la atención plena. Dar un paseo consciente prestando atención al movimiento de tu cuerpo es una opción genial. Hacer estiramientos de forma sosegada prestando atención a las sensaciones de tu cuerpo y a tu respiración es otra opción. Hacer la montaña o la estrella de mar también son ejercicios de atención plena algo más activos. Y por supuesto recuerda la opción de practicar la atención plena con actividades cotidianas.

11. Tengo miedo a estar a solas con mis pensamientos

Tal vez te preocupe estar quieto y presente y que afloren pensamientos y emociones no deseados. Sin embargo, la atención plena te enseña dos cosas. Por un lado, te enseña que no eres tus pensamientos y que no te identifiques con ellos. Por otro lado, a aceptar tus emociones y pensamientos.

Prestarles atención plena te puede ayudar a identificar pensamientos poco saludables que se han convertido en un mal hábito. Te puede ayudar a reconocer qué emociones y miedos intentan ocultar. Tal vez no te quieras enfrentar a ciertos sentimientos de inseguridad, soledad, deseo de reconocimiento o pena por ejemplo.

Pero cuanto más evitamos un miedo, un dolor o una preocupación, más crecerán. Recuerda que la atención plena es la aceptación de nuestra situación tal y como es. Según adquieras práctica y aprendas a tolerar tus pensamientos y emociones, conseguirás restar fuerza a lo que te hace daño.

12. No tengo disciplina para mantener la práctica

La última excusa para la falta de atención plena puede ser que no tienes disciplina. Igual te cuesta crear nuevos hábitos y mantenerlos. Pero te puedes servir de una serie de trucos que facilitan la incorporación de un nuevo hábito.

Primero de todo no te metas demasiada presión. Si tus expectativas son demasiado altas, será más fácil no cumplirlas. Y ya vuelves a tener la excusa perfecta de ‘es que no tengo disciplina’.

El segundo paso es darle importancia a la atención plena. Si realmente la conviertes en una prioridad, te resultará más fácil encontrar tiempo para ella. Recuerda el punto 1. Hay gente que no encuentra tiempo para nada y otros lo encuentran para muchas cosas. La diferencia está en las prioridades que se ponen y cómo organizan su vida.

Si por lo que sea te saltas la práctica de atención plena algún dí­­a, no lo tomes como excusa para dejarlo para siempre. No te machaques sobre ello, sino sé autocompasivo. Simplemente vuelve ‘al ruedo’ de la práctica.

¿Tienes falta de atención plena?

¿Conoces los beneficios de la atención plena? ¿Te gustarí­a practicarla más? Entonces ¿cuáles son tus excusas para no dedicarle más tiempo?

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Imagen de rawpixel.com

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