¿Sabes mantenerte sereno en situaciones potencialmente estresantes? ¿Conservas la calma en situaciones que te molestan? Veamos qué es la serenidad y cómo conservar la calma en situaciones difíciles.
Qué es la serenidad
La serenidad es un estado de calma y paz interior. Es el arte de conservar la calma en situaciones que nos disgustan o agobian. Significa no sucumbir al estrés, nerviosismo o ansiedad. Una persona serena busca alternativas de reacción y comportamiento para mantener la calma, pensar con claridad y reaccionar adecuadamente. Asimismo sabe lidiar con la incertidumbre y aceptar que no puede controlarlo todo.
La buena noticia es que la serenidad se puede entrenar. Es cuestión de aumentar tu autoconocimiento y autocontrol. Eso lo consigues adquiriendo ciertos hábitos mentales y conductuales.
Beneficios de la serenidad
Cuando sentimos esa paz interior, nos encontramos en un estado de relajación. Es en este estado cuando nuestro organismo activa procesos favorables para nuestra salud. Se reducen los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
Con ello, se equilibra la tensión arterial, lo que reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares. También mejora tu digestión. Cuando estás en calma se activa el sistema nervioso parasimpático que controla la digestión. Así, los nutrientes que ingieres se transforman en energía de forma más eficaz.
La serenidad también contribuye a reducir la inflamación y el dolor. Aumenta nuestra inmunidad. Asimismo mejora nuestra calidad de sueño.
Por último, y no menos importante, sentimos más control sobre nuestra vida. Con la cabeza fría nos sentimos más capaces, vemos más alternativas y podemos reaccionar más adecuadamente a las situaciones.
En definitiva, la serenidad contribuye a nuestro bienestar físico, mental y emocional.
Cómo entrenar la serenidad
Vivimos en un mundo acelerado y demandante. Nos llegan muchos estímulos y presiones. Tenemos muchas obligaciones. Por eso, conservar la calma puede resultar difícil a veces. Pero también es cierto que precisamente por eso nos conviene entrenar la serenidad. Así que veamos algunos puntos clave.
1. Mejora tu autoconocimiento
En primer lugar necesitas conocerte a ti mismo. Para ello, presta atención a cómo percibes el mundo y las situaciones. ¿Cómo reaccionas cuando algo te molesta; cuando algo no encaja con lo que consideras correcto; o cuando las cosas se ponen difíciles? ¿Qué desencadena el estrés y nerviosismo en ti?
2. Entrena tu inteligencia emocional
Entrenar nuestra inteligencia emocional es de lo más útil para todos los ámbitos de nuestra vida. Por un lado, significa reconocer las diferentes emociones en nosotros y los demás. Por otro lado, se trata de aprender a regular nuestras emociones.
No se trata de suprimir la rabia que por ejemplo puedas experimentar ante algo que te molesta mucho. Las emociones son buenos indicadores sobre si algo va bien o mal. Pero se trata de reconocer lo que sentimos y controlar cómo mostramos esa emoción; a fin de no reaccionar de un modo que nos pueda dar vergüenza o del que nos podamos arrepentir después.
También quiere decir darte cuenta si tu reacción de cabreo o estrés realmente se debe a la situación en cuestión. Si estuvieras por ejemplo de vacaciones sintiéndote relajado, ¿te molestaría igual? ¿Qué te preocupa de esta situación? ¿Tienes miedo a algo?
2.1. Tus valores y creencias
Esa persona que te molesta ¿es porque te recuerda a alguien que te cabreó en el pasado o tiene alguna característica que te disgusta? ¿Asocias cierto tipo de personas con cosas que no encajan en tu sistema de valores y creencias? Por ejemplo, vas en el coche y te adelantan de forma arriesgada. O alguien te quita la plaza de parking delante de las narices. ¿Notas algún patrón de cuándo te suele molestar más? ¿Tal vez cuando sean conductores de coches que te parecen ostentosos?
Te invito a que empieces a prestar más atención a partir de ahora. Cuando algo te saca de quicio, pregúntate por qué estás realmente molesto. ¿Cuál es el motivo subyacente?
2.2. Comprensión, compasión y empatía
Además de pensar en tus motivos reales, también ayuda a ponerte en el lugar de la otra persona. Cuando te molesta cierto comportamiento pregúntate por qué esa persona podría haber actuado así. ¿Qué la obliga a comportarse de este modo? ¿Qué le puede haber sucedido en el pasado para considerar ese comportamiento adecuado o efectivo? ¿Tiene miedo a algo? ¿Cómo te comportarías tú en su situación?
Cuando desarrollamos más empatía y comprensión por los demás, también nos solemos volver más comprensivos y compasivos con nosotros mismos.
Si a pesar de todo, te cuesta comprender el comportamiento de la otra persona, pregúntate si vale la pena la energía que estás gastando con tu cabreo.
3. Entrena tu autocontrol
Una vez tengas más consciencia sobre tus desencadenantes y comportamientos, plantéate cómo te gustaría reaccionar. Visualízate en situaciones adversas; en las situaciones que más te estresan. ¿Cómo reaccionarías habitualmente?
Ahora visualízate en calma y relajado. Imagínate cómo te enfrentarías a esas situaciones con serenidad. ¿Qué harías? ¿Qué dirías? ¿Cómo te sentirías? Utiliza todos tus sentidos para que la imagen sea lo más vívida posible. Sugiero que hagas este ejercicio de vez en cuando para anclar tu reacción ideal en tu subconsciente.
La próxima vez que te enfrentes a una situación estresante, tómate un segundo para concentrarte en tu respiración. Luego recuerda esa imagen de serenidad que habías visualizado.
4. Practica la aceptación
Otra clave para mantener la calma en situaciones estresantes es practicar la aceptación. Por un lado, quiere decir aprender a aceptar las cosas como son. No quiere decir resignarte con lo que no te gusta y puedas mejorar. Pero sí, que primero aceptes la realidad.
Por otro lado, quiere decir aceptar que no todo está bajo tu control. Por eso te invito a que elijas tus batallas. Cuando algo te estresa o molesta, primero toma consciencia de lo que sientes y acéptalo. Luego pregúntate qué puedes hacer para mejorar tu situación. ¿Hace falta cambiar de actitud? ¿Puedes tomar alguna acción?
5. Entrena tu flexibilidad
Cada uno tenemos nuestra visión del mundo, nuestros valores y creencias. Pregúntate hasta qué punto tu percepción de las situaciones te causa estrés, preocupaciones o enfados. En todas las situaciones suele haber más de un punto de vista, más de una opción, más de un camino. Aferrarnos a pensar que solo nuestra manera de pensar o de actuar es la correcta, nos puede causar estrés y frustración.
Si quieres vivir con más serenidad, te invito a abrir tus miras y considerar otras opciones. Entrenar tu flexibilidad también mejorará tu capacidad de adaptación a los cambios. Te resistirás menos por ser más capaz de considerar más oportunidades para aprovechar los cambios en tu favor.
6. Di adiós al perfeccionismo
Ser perfeccionista es muy estresante. Pretender ser y hacerlo todo perfecto es agotador. Es así porque la perfección es una ilusión inalcanzable. Nadie es perfecto, ni falta que hace. Cada uno tenemos nuestras cualidades, nuestras fortalezas y debilidades. Es lo que nos hace especiales.
Pensando en el trabajo, también serás bastante más productivo si dices adiós al perfeccionismo. En definitiva, vivirás de forma más serena y relajada si te liberas de la jaula del perfeccionismo.
En cuanto a la serenidad, no pretendas convertirte en un maestro zen de la noche a la mañana. Tampoco aspires a no volver a sentir frustración o rabia nunca más. Como decía antes, no se trata de suprimir tus emociones, que son indicadores necesarios. Es cuestión de aprender a reaccionar mejor. Es decir reconocer lo que sientes y luego, a pesar de ello intentar mantener la calma. Para ello, practica primero con situaciones que solo te molestan ligeramente.
7. Deja de rumiar
Otro punto que te aleja de la serenidad es rumiar sobre el pasado y el futuro: lo que podría haber sido y no fue; lo que podría pasar; lo que crees que piensan sobre ti; compararte con los demás. Todo esto malgasta tu energía y perjudica tu bienestar emocional. Así que no te dejes atrapar por espirales de pensamientos negativos y fútiles.
Mejor busca maneras más efectivas de dar salida a tus pensamientos. Por ejemplo, dedica cada día un rato a escribir en un diario. Así puedes aprovechar para soltar todo lo que te ronda por la cabeza y todo lo que sientas. Despejarás la cabeza y te sentirás más sereno después.
Además, sugiero que te tomes tiempo para pensar de verdad. Puede ser útil hacerlo también por escrito. En ese rato pregúntate: ¿Qué quiero? ¿Qué me gustaría mejorar? ¿Cómo quiero que sea mi vida en un año, cinco años, diez años? ¿Cuál es mi propósito?
Este tipo de preguntas te permiten reflexionar de forma más productiva. Te ayudan a detectar puntos de mejora, ponerte objetivos y tomar acción.
8. Relativiza
Cuando nos enfadamos o estresamos tendemos a hacer una montaña de un granito de arena. Estamos tan metidos en la situación y en creer que llevamos la razón que nos dejamos llevar por nuestras emociones.
Por eso te invito a dar mentalmente un paso atrás. Respira tranquilamente e intenta ver la situación con perspectiva. Pregúntate qué importancia tendrá esa situación dentro de unos días. ¿Todavía te parecerá importante? ¿Entonces qué tal en unos meses o unos años?
Cuando ponemos una situación molesta en el contexto del conjunto de cosas, nos solemos dar cuenta de que nuestra reacción era desmesurada. La mayoría de las situaciones no suelen ser tan serias e importantes. Nuestro cabreo se suele deber más bien a un cúmulo de experiencias. Ya estábamos nerviosos, estresados o molestos con algo. Así que de repente una situación colma el vaso y nos hace saltar.
9. Prioriza
Igual que relativizar, priorizar nos ayuda con la serenidad. En este sentido me refiero a tener claras tus prioridades a nivel personal y profesional. Cuando nos centramos en lo que es importante para nosotros, es más fácil relativizar ciertas situaciones.
Además, priorizar es imprescindible para mantener el estrés a raya. El tiempo es limitado. Por tanto, céntrate en lo que es prioritario para ti y para cómo quieres vivir. Eso puede requerir aprender a decir ‘no’ a cosas que no te aportan y no encajan en tus prioridades.
10. Gestiona tu energía
Conocer tus prioridades te ayudará a gestionar mejor tu energía y tu tiempo. Por un lado planifica tus días a fin de encontrar tiempo para lo importante. Ten en cuenta tus horas más productivas para repartir los diferentes tipos de tareas a lo largo del día.
Por otro lado, procura tomarte tiempo para pausas durante el día. Después del trabajo elige actividades para desconectar del trabajo y descansar activamente. Todo ello te ayudará a recuperar la calma.
11. Gestiona del estrés
El estrés surge por estímulos del entorno, nuestra percepción sobre ello así como nuestra percepción sobre nuestros recursos para enfrentarnos a la situación. Un poco de estrés nos pone en alerta y nos prepara para la acción. Pero el estrés constante nos daña física y mentalmente. Entonces podemos sentir que todo es demasiado y que cualquier reto o conflicto nos supera.
Por eso es imprescindible que aprendas a reconocer cuando te estás estresando. Presta atención a las señales de tu cuerpo. Además, pregúntate qué situaciones te suelen estresar. ¿Cuál es el motivo?
Priorizando bien y gestionando tu energía puedes prevenir parte del estrés. Luego sugiero que aprendas técnicas para aliviar el estrés. Hacer ejercicio físico, técnicas de respiración, practicar la atención plena o la contemplación y meditar son algunos ejemplos.
12. Buenos hábitos
Por último, los buenos hábitos también te ayudan con la serenidad. Un estilo de vida saludable te hace más resiliente y te da más energía para enfrentarte a los retos. Por eso tómate tiempo para ti aunque parezca que no lo tengas. Cuida tu cuerpo y mente así como tus relaciones personales.
Recuerda que una pena compartida es media pena. Hablar con personas de confianza sobre lo que te preocupa te hará sentir cierto alivio. Además, te permite acceder a otros puntos de vista.
El primer nuevo buen hábito que sugiero que incluyas en tu vida es decidirte a actuar con más serenidad. Comprométete a mantener la calma. Tu nuevo mantra podría ser: ‘quiero estar sereno; quiero estar en calma’.
¿Sabes conservar la calma?
¿Consigues mantenerte sereno en situaciones complicadas o molestas? ¿O te resulta difícil actuar con serenidad? ¿Cuáles de los consejos crees que te serán de más ayuda?
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