¿Tu vida está repleta de “tengo que hacer” en vez de “quiero hacer”? ¿Tienes la sensación de que dedicas la mayor parte de tu tiempo a obligaciones?
¿Tal vez sientes que no tienes tiempo para hacer lo quieres y para las cosas que te gustan? Las tienes aparcadas para más adelante cuando tengas más tiempo; sólo que ese momento nunca parece llegar?
La diferencia entre “tener que” y “hay que”
Hay una sutil diferencia entre las dos expresiones. “Tengo que” alude claramente a algo que crees que debes y que está en tu poder hacer. Sin embargo “hay que” es más pasivo. Hay algo que te gustaría que se hiciese pero en el fondo no asumes la responsabilidad y esperas que otro se encargue. Luego te quejarás si no se hace. Pero date cuenta que has asumido un rol de víctima y de pasividad. Las tareas que no tienen un claro responsable se suelen quedar sin hacer. Así que si no has asumido la responsabilidad de encargarte de la tarea o delegarla a otra persona expresamente no te quejes cuando se quede sin hacer.
El problema del “tener que” y “hay que”
Cuando nos enfrentamos a nuestros quehaceres, nuestro trabajo y nuestras actividades con esas expresiones todo nos parece una obligación y una carga. Es difícil echarle ganas a las cosas cuando nos decimos “tengo que hacer esto”.
Toma consciencia de tu lenguaje
“No tengo tiempo” hoy en día parece una de las frases más habituales; y las explicaciones suelen estar salpicadas de “tengo que hacer esto” y “hay que hacer aquello”. Cuando queremos mejorar algo, el primer paso es siempre darnos cuenta. Por eso te propongo que reflexiones sobre tu día a día y observes tu comportamiento y actitud.
¿Cuántas veces al día dices “tengo que” hacer esto o “hay que” hacer aquello? ¿Cómo a menudo empleas esta expresión incluso para cosas que te gusta hacer? A veces no estamos conscientes de cuánto se han arraigado estas expresiones en nuestra forma de hablar.
Nuestras decisiones influyen en nuestras responsabilidades
Date cuenta de que las obligaciones no aparecen en nuestra vida por arte de magia. Nos pasamos la vida tomando decisiones. Decidimos que hay que limpiar la casa, hacer la colada, cambiar las sábanas, hacer la compra o lo que sea cada cierto número de días. Decidimos ir a una fiesta de cumpleaños a la que nos han invitado y “hay que” comprar un regalo. Trabajamos para ganarnos la vida en algo que nos puede gustar más o menos. Puede que decidimos apuntarnos al gimnasio para hacer más deporte.
Podría seguir enumerando ejemplos pero la cuestión es que decidimos hacer ciertas cosas y asumir ciertos compromisos. También decidimos con qué frecuencia nos parece correcto hacer estas cosas. Además decidimos cuál es nuestro estándar de calidad.
Llevar un buen hogar para uno puede significar que todo debe estar siempre ordenado y perfecto, para otro que es suficiente con recoger una vez a la semana por ejemplo. Para una persona puede ser importante que toda la comida con la que se alimenta sea casera o ecológica mientras que otra persona suele comer fuera de casa en cafeterías y restaurantes. Una persona puede considerar el trabajo un mero medio para traer dinero a casa mientras para otra persona es importante ser un excelente profesional. Para una persona mantenerse en forma puede significar hacer deporte cinco veces a la semana cuando a otra le parece suficiente hacer alguna actividad física cada tres días.
Nuestras decisiones y elecciones definen nuestro día a día, nuestra carga de trabajo y nuestras responsabilidades. Recuerda que tú decides y defines lo que es una buena vida para ti.
Pasar del “tener que” al “querer”
Hemos observado cuán arraigada puede estar la expresión “tengo que” en nuestra forma de hablar. También hemos visto que jugamos un papel activo en nuestras obligaciones y responsabilidades así como las tareas y actividades con las que llenamos nuestra agenda. El siguiente paso es responsabilizarnos de esas decisiones que tomamos y obviar el “tengo que” o sustituirlo por “quiero”. Veamos el efecto de cambiar una expresión por otra:
“Hoy tengo que ir al gimnasio, aunque no me apetece demasiado, porque tengo la cuota pagada.” o “Quiero estar en buena forma por eso voy al gimnasio aunque hoy no apetece tanto.”
“Tengo que cambiar las toallas y poner la lavadora.” o “Me gusta que las toallas estén frescas así que voy a cambiarlas y poner la lavadora.”
“El próximo fin de semana estoy invitado a una fiesta de cumpleaños y aún tengo que comprar un regalo.” o “Tengo una fiesta de cumpleaños y quiero darle una alegría al cumpleañero con un regalo.”
“Esta semana tengo que ir al banco para poner orden en unos asuntos.” o “Esta semana quiero ir al banco para poner orden en unos asuntos.”
“Hoy tengo que preparar una presentación que me ha encargado mi jefe.” o “Hoy quiero preparar la presentación que me ha encargado mi jefe y demostrarle mis conocimientos y habilidades.”
Nuestra forma de expresarnos influye en nuestra motivación
¿Te has dado cuenta que un pequeño cambio en la forma de expresarnos hace que una cosa parezca menos una obligación? Formular nuestros pensamientos de forma más positiva hará que no parezcan una carga. Nos recordarán que hemos decidido hacer esa tarea y nos motivará más a hacerla.
Podemos decidir considerar todo un carga y una obligación o responsabilizarnos de nuestras decisiones y enfrentarnos con buena actitud a las cosas. Cuando mejoramos nuestra motivación también tendrá un efecto positivo sobre nuestra capacidad de perseverancia, nuestra productividad y la calidad de lo que hagamos. Será más fácil mantenernos en forma si queremos ir al gimnasio en vez de considerarlo una obligación. Prepararemos una mejor presentación si queremos demostrar a nuestro jefe lo buenos profesionales que somos. Alcanzaremos nuestros objetivos si nos recordamos que hemos decidido trabajar por ellos y que queremos conseguirlos.
Llena tu vida de más “quiero hacer”
Hemos visto que decidimos cómo pasar nuestro tiempo. Además de cambiar nuestra forma de ver las obligaciones y los compromisos, elegir activamente dedicar tiempo a cosas que nos divierten y llenan también ayudará a nuestra motivación. ¿Conoces la frase “la falta de tiempo no existe, es falta de interés”? Todos disponemos de las mismas horas al día. La diferencia entre las personas más satisfechas con su vida y las que lo son menos está en cómo deciden usar ese tiempo.
Si estás descontento con algún aspecto de tu vida, reflexiona qué puedes mejorar. Piensa en qué te importa más en tu vida y qué te hace más feliz. Luego asigna una prioridad alta a estos asuntos y personas y verás cómo no te costará tanto encontrar tiempo para ellos. Sólo tenemos una vida. Por lo que más vale vivirla cómo nos gusta y reservar tiempo para lo que nos llena.
Y tú ¿”tienes que” o “quieres”?
¿Usas mucho la expresión “tengo que” en tu día a día”? ¿Qué hace por tu motivación?
Te sugiero que reformules tus pensamientos y frases de forma más positiva. Prueba a “querer” hacer más cosas en vez de “tener que” hacerlas. Evita decir “hay que hacer …” si quieres que se conviertan en una realidad.
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